martes, 9 de febrero de 2016

Errata y poesía

Fragmentos de "En defensa de la errata...", de Julia Santibáñez, en Sin embargo

«Alfonso Reyes llamó a la errata “viciosa flora microbiana, siempre tan reacia a los tratamientos de desinfección”. Qué ingrato. Le debe un gran verso. Señala Adolfo Castañón que Reyes escribió “más adentro de tu frente”, que quién sabe por cuáles artes quedó convertido en un evocador “mar adentro de tu frente”. Todo un hallazgo causal. Digo, casual.

Y es que aunque con frecuencia los autores se quejan de ella, en muchos casos tendrían que hacerle un monumento. Por ejemplo, se cuenta que la primera edición de Arroz y tartana, novela de Vicente Blasco Ibáñez, arrancaba con este dechado de lirismo: “Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido”. El original lucía un deslucido ceño. O la que contaba José Emilio Pacheco, entre fascinado y frustrado. Cuando en 1987 escribió un artículo quejándose de ella, puso: “La errata es el demonio de la lengua”, pero en la mesa de corrección de la revista Proceso decidieron publicar: “La errata es el dominio de la lengua”. La frase salió ganando.

O estas dos, consignadas por Carlos López en Sólo la errata permanece, publicado por Editorial Praxis: un poeta celebró a “la Madonna purísima” pero en el libro apareció “putísima” (visionario, el corrector) y la otra, contada por Alejo Carpentier respecto de un diario donde se informaba que una “ilustre dama había atendido con exquisitez a numerosos invitados en su mansión, a quienes prodigó con elegante entrega su aristocrático culo”. Cuánto palidece el “celo” original.»

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