Bendice a los redactores improvisados,
bendice también los dedos de las tipógrafas
que bailan sobre las teclas;
bendice, especialmente, a los escritores sin ortografía,
porque gracias a ellos existimos los correctores.
Señor, hiciste un mundo apresurado.
Ninguna obra maestra, debes saberlo,
se escribe en siete días.
Por si decides corregir tu creación
te dejo mi tarjeta.
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(El poeta regañado por la musa)