miércoles, 5 de septiembre de 2007

La muerte de la novela

"La figura del editor tiene hoy el estatus de la Eminencia Gris, del tercero en disputa, como si se tratara de un sórdido triángulo amoroso en la relación novela-lector. La industria editorial se ha convertido en el virus que destruye a la obra literaria. Basta con leer los reportes que escriben los dictaminadores de las editoriales: formatos generalizadores, dotados de la fría abstracción de un acta de censura, que calculan la incidencia en el público, para quién está destinada la obra, si ésta requiere de correcciones, recortes o ampliaciones, para darnos cuenta de cuál es el criterio y cuál la norma. Y de esta perversa forma de valoración es de donde surgen los llamados "éxitos editoriales": literatura de marca, de alta costura. De ahí salen al público, rodeadas de una crítica mercenaria en periódicos y revistas para que, finalmente, lleguen a las aulas universitarias donde son estudiadas, se organicen simposios y encuentros y se admitan como tema de tesis.

"Sería imposible que un editor en sus cabales publicara una obra como El proceso. Hoy se distingue y se premia el buen tino de tal o cual editor para descubrir a un autor. El editor se ha convertido en una suerte de demiurgo que inventa a los autores, situándose de este modo entre la obra literaria y los lectores. El editor es hoy el verdadero "inventor" de una obra, incluso de corrientes literarias enteras, y es él quien decide los modos de su difusión, los alcances que puede tener y sobre todo sus posibilidades de acceder a los grandes números del mercado".

Mauricio Molina, diario Reforma, 15 de julio de 2007

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