»Luego de la aparición del códice (el libro compaginado que reemplazó a los rollos) y de la imprenta de Gutenberg, la irrupción de lo digital es la tercera revolución en nuestra relación con la escritura. La singularidad del nuevo momento es que por primera vez el texto se separa de su soporte. O sea, en una pantalla cualquier texto se lee igual, no importa si se llama diario, libro o carta. Además, mientras el códice impone una unidad —el libro que tenemos en las manos—, la lectura en pantalla es discontinua, segmentada, hipertextual. Es como un “banco de datos”, no implica la comprensión de la obra en su totalidad.
»En la lógica digital los textos son móviles, maleables, abiertos; permiten al lector intervenirlos, transformarse en escritor; todo en el mismo aparato. Son palimpsestos que siempre se reescriben y que hacen desaparecer la identidad de la autoría… la autoridad de la autoría, agregó el historiador. O sea, la versión electrónica de un libro no es el mismo libro; tampoco la de una revista o un diario: En el formato impreso se sigue una lógica tipográfica, coexisten en el mismo objeto varios textos. Se puede viajar de un artículo a otro; lo mismo con el diario. La coexistencia de varios artículos es esencial para mostrar un proyecto intelectual, cultural, ideológico. La lógica digital es enciclopédica.
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