EXCELSIOR, 23-Octubre-2009
Virginia Bautista
La carencia de un reglamento de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro ha afectado a las cadenas independientes
“El negocio de librerías hoy no ofrece un panorama atractivo, más bien parece bastante conflictivo. No sé si esto hubiera mejorado con la aplicación de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, que no se ha podido realizar por la falta de reglamento; pero seguro el panorama sería distinto”, afirma el editor y librero Porfirio Romo.
El propietario de El Alma Zen, que forma parte de la editorial Lectorum, admite que no tener un reglamento para la legislación, que entró en vigor el 24 de julio de 2008, ha sido una desventaja. “Una Ley que no tiene una punición es una ley muerta. Es importante que se haga realidad, pues hay varias cosas que corregir, existe mucha inequidad en el sector”, detalla.
Explica que el cierre en agosto pasado de las sucursales ubicadas en Coyoacán (Miguel Ángel de Quevedo), Tlalpan y Toluca –sigue abierta la de Belisario Domínguez, también Coyoacán– se debió a diversos factores. “El principal, fueron las bajas ventas que padecimos desde hace un año”.
Otra razón, agrega, es el trato inequitativo que dan las editoriales a las pequeñas librerías y a las grandes cadenas. “Mientras a éstas les otorgan un descuento de entre 50 y 60 por ciento, a las independientes les conceden cuando mucho un 35 por ciento”.
El Alma Zen daba empleo a 35 personas y se ha quedado con dos.
Por su parte, el editor y librero Hugo Setzer apunta, en el número 94 de la revista Libros de México, de la Caniem, que por el mal desempeño económico en agosto también decidió cerrar las puertas de la Librería Internacional, localizada en la colonia Copilco, y que el local de la Condesa sólo venderá libros de su propia editorial, El Manual Moderno, fundada en 1958. Entre la librería y la editorial empleaban a 150 personas y ahora sólo habrá trabajo para 90.
La desaparición de estos proyectos, que habían probado su factibilidad durante años, da la razón a los editores José María Espinasa, titular de la Asociación de Editoriales Independientes, y Tomás Granados, fuertes promotores de la mencionada ley, quienes externaron su temor de que la falta de aplicación del precio único a las novedades editoriales, que exige la legislación, afectaría sobre todo a las pequeñas librerías.
Los editores mexicanos están “desencantados” por la tardanza del Ejecutivo en aprobar el reglamento de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro y “preocupados” porque el precio único, que se estaba aplicando parcialmente, se ha dejado de poner en práctica hasta en las mismas librerías del Estado.
“No hay voluntad política, de lo contrario, ya hubiera salido. El anteproyecto de reglamento propuesto por la SEP sigue brincando de un escritorio a otro”, comenta Espinasa.
El editor confiesa que le preocupan los libreros pequeños, pues “ellos son los más perjudicados al no manejar un precio fijo para las novedades, ya que tienen gastos que deben pagar sin demora, y las librerías del Estado están amenazadas por el recorte presupuestal”.
Agrega que, a raíz de esta crisis, muchos recintos, entre ellos la cadena Educal y las librerías del Fondo de Cultura Económica, “han caído en la tentación de ofrecer descuentos, librando de nuevo una guerra que perjudica a todos”.
Granados comparte esta preocupación. “No hay ninguna noticia oficial, ningún avance, desde julio del año pasado. Y lo más grave es que a la ley anterior le pasó algo parecido: se promulgó, pero nunca se aplicó porque careció de reglamento. Si una legislación no se ejerce no se puede pasar a la siguiente etapa legislativa para mejorarla”, agrega.
Por su parte, Juan Arzoz, presidente de la Caniem, admite que no ha habido avances en lo del reglamento. “No tengo noticias, no nos han convocado a ninguna reunión ni pedido nuestra opinión. Apenas salga sabremos qué cara tiene. Va todo medio lento. Espero que se acelere”.
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