"deberíamos cuidarnos más de eliminar los libros que leímos (o los subrayados que dejamos en ellos) que los libros tempranos y torpes, que los escritos íntimos, que los borradores, que las cartas de amor. Los subrayados son mucho más peligrosos. Son el verdadero autorretrato, puesto que suponen una escritura sin el vértigo de la autoría, una emanación libidinal en estado puro, una confesión por escrito sin revisión ni repaso corrector; son una marca psicológica dejada inconscientemente sobre los libros de los demás, en que proyectamos nuestras fantasías de perfección, nuestras pulsiones atávicas, nuestras obsesiones privadas, nuestras ironías. Somos nuestros subrayados".
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